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Palabras clave: parque lineal, Sierra Gorda, placemaking
En los asentamientos humanos, las riberas de ríos y arroyos son lugares de transición que cumplen una variedad de funciones ambientales. Sin embargo, con frecuencia son espacios que se ven inmersos en los procesos de expansión de la mancha urbana, lo que afecta de forma negativa su prestación de servicios Ecosistémicos.
En Concá, localidad de la Sierra Gorda queretana reconocida por su misión franciscana y por una serie de afloramientos de agua subterránea que forman pozas naturales altamente visitadas por turistas, un equipo multidisiplinario de la Universidad Autónoma de Querétaro está promoviendo una propuesta arquitectónica de parque lineal que salvaguarde el cauce conocido localmente como “la acequia madre”.
Lamentablemente, debido a la dinámica del crecimiento urbano de Concá, existe contaminación del cauce por aguas residuales y el riesgo de que la ribera de la acequia sea apropiada por propietarios particulares, incluyendo hoteles que ya han invadido la zona federal, razón por la que se requieren alternativas que preserven tanto el valor natural como el uso público de este espacio.
Los parques lineales son una estrategia de apropiación de cauces y espacios públicos subutilizados. Por ese motivo, este tipo de parques, por naturaleza más largos que anchos, funcionan como corredores de áreas verdes que protegen valores ecológicos y culturales. Dado el riesgo de apropiación del espacio por parte de particulares, el proyecto promueve la recuperación de un arroyo que históricamente ha servido como zona de paso para ir de norte a sur en la localidad, de forma que se garantice el tránsito y disfrute de ese espacio natural.
La ponencia presentará los aprendizajes del proceso mediante el cual, en primer lugar, se promovió la participación de pobladores de Concá en torno de la definición de los elementos y alcances del parque, y en segundo lugar, se gestiona junto con ellos la concesión de la zona federal, lo cual ha implicado a funcionarios municipales, de la CONANP, SEMARNAT y CONAGUA.
Se espera que gracias al establecimiento del parque lineal: 1) se conserve tanto la ribera como el cauce de la acequia madre, 2) se preserve el uso público del espacio, brindando oportunidades de recreación y educación ambiental, y 3) exista un referente para arrancar procesos similares en otros asentamientos humanos de la reserva de la biosfera Sierra Gorda.
Palabras clave: apropiación, identidad, prácticas territoriales. Resumen: En las últimas cinco décadas, uno de los acontecimientos más destacados en el territorio de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, es su crecimiento demográfico relacionado con flujos migratorios de las localidades indígenas de su entorno regional. Este incremento poblacional ha reconfigurado la expansión urbana de sus periferias, espacios en los que en el transcurso del tiempo se han formado asentamientos étnicos, y que han gestado nuevas dinámicas urbanas articuladas por diversas actividades económicas, entre ellas, las del sector turístico. Después de 1973, el crecimiento ha sido más dinámico y rapaz, al grado de consumir zonas de reservas naturales protegidas como amortiguamiento ecológico (Hernández y Ruíz 2013).
Por lo anterior, se plantea exponer diferencias y similitudes del patrón de densificación de la periferia sur-norte. A través de factores sociales e históricos que dieron origen a estos conglomerados para analizar las configuraciones territoriales que han surgido en el trayecto de cinco décadas. Así, explicar las repercusiones sociales, culturales, políticas y económicas que los habitantes de estas dos zonas han sobrellevado a su llegada a una dinámica urbana.
San Cristóbal de Las Casas como ciudad contigua a la capital del estado y, con una importante actividad centrada en el sector del turismo ha despertado el interés de otros sectores de población principalmente extranjeros a asentarse en esta ciudad para iniciar operaciones comerciales. Procesos que tienen implicaciones culturales (modos de vida) al establecer un diálogo de diferentes etnias en la cotidianidad de sus prácticas sociales en un contexto urbano. Este proceso ha dado como resultado una expansión territorial de las fronteras étnicas, que han modificado dimensiones de lo social, económico, ecológico, cultural, política e institucional, en un devenir de tiempos históricos y sociales que así lo permitieron.
El crecimiento demográfico se ha ido produciéndose de manera permanente extendiéndose hacia las periferias y gestando una compleja diversidad social, observada las diferentes formas de territorialidad en nuevas realidades urbanas (Borja 1998), en espacios no polarizados. En el transcurso del tiempo la ciudad ha experimentado una expansión territorial a través de su continuo crecimiento. Entre las “décadas de 1970 y 1980 la población se duplicó; entre 1990 y 1995 se incrementó en 23%; en 2000 y 2010 creció en 40.4 %, manteniendo una tasa de crecimiento media anual de alrededor de 2.4%” (Toledo 2015:165-167). El incremento poblacional en términos absolutos en 1970 era de 25, 700 habitantes, y en 2020 en 183, 509 habitantes (INEGI 1970-2020).
De acuerdo con una revisión documental se ha encontrado puntos de coincidencia, en que elementos geográficos y naturales, flujos migratorios, acción política y religiosa y actividad económica, son factores de incidencia en el crecimiento demográfico de San Cristóbal de Las Casas. A partir de los años 1970 hasta nuestros días factores migratorios atípicos (expulsiones de población indígena de sus lugares de origen en los años 70 y 80) y, el polo de atracción por las actividades económicas del turismo. Así, también habitantes de localidades y municipios circunvecinos demandan bienes y servicios educativos, de salud, administrativos, laborales, que la ciudad ofrece. Otros sectores de población por diferentes motivos han llegado de manera intermitente a la ciudad en el transcurso del tiempo se han asentado de manera definitiva.
Así, las tres olas migratorias que dieron origen al mayor número de habitantes en la ciudad son: 1) en la segunda mitad de la década de 1970, eran típicamente conversos protestantes, a quienes se les permitió asentarse en las afueras de la ciudad, 2) a causa de la crisis económica de 1982 y 3) comenzó con el desplome del mercado internacional del café en 1989, y se aceleró a raíz del levantamiento zapatista de 1994 (Rus 2012). En los primeros cuatro años tras el levantamiento, unos 5,000 refugiados directos llegaron a San Cristóbal, y alrededor de 15,000 se mudaron a la ciudad (Rus 2009: 185-189). Asimismo, en el marco de este acontecimiento se presentaron una serie de invasiones de predios propiedades de gobierno y particulares (Aubry 2005; Viqueira 2009: 61).
Otro factor para considerar es la presencia de agentes inmobiliarios que han incrementado las lógicas de especulación de inmuebles en la ciudad. Estos agentes han generado una fuerte especulación de inmuebles en zonas del centro, así como en las periferias colindantes a los límites geográficos de la ciudad. En el transcurso del tiempo se han posicionado obteniendo cambios de uso de suelo que incrementa la especulación de tierras. Esquivel (1995) menciona que su participación como “vendedores y compradores del suelo, integrantes del sector inmobiliario (promotores, constructores, corredores de bienes raíces, financieras) intervienen en una expansión territorial para el caso de la ciudad de localidades indígenas.
Según “el Plan de Desarrollo Urbano 2006-2020 y su correspondiente carta urbana señalan la carencia de reservas de crecimiento, lo cual representa un reto enorme para el desarrollo futuro de la ciudad y municipio, el no regular su crecimiento y encontrar nuevos polos de desarrollo se fomentaría un crecimiento anárquico” (POET 2003: 208), proceso que ha favorecido a que la amortización elevada de los predios genere tendencias especulativas, desplazando a sectores de población de escasos recursos hacia zonas de las periferias.
La mayoría de los asentamientos de nueva creación son localizados en las periferias de la ciudad, por segmentos de población que limitados por sus recursos económicos obtienen predios a bajos costos. En espacios geográficos situados en faldas de cerros y terrenos empinados fuera de áreas urbanizadas, que carecen de servicios básicos; agua potable, drenaje y energía eléctrica e infraestructura y equipamientos, y en su mayoría sin certeza jurídica. Este escenario profundiza dinámicas de desigualdad socioespacial.
Palabras clave: Pueblos mágicos, turistificación, carnaval, escala, sobreexplotación. Resumen: La presente ponencia explora el impacto de los distintivos oficiales en el territorio, tomando como objeto de estudio el pueblo de Tepoztlán, Morelos, que fue utilizado como modelo de referencia para la creación del programa federal conocido como Pueblos Mágicos. Las intervenciones institucionales buscan en el fondo, capitalizar la cultura y las tradiciones de los pueblos al “poner en valor” los atractivos turísticos de dichos lugares. Sin embargo, Tepoztlán ha sido un bastión de resistencia ante los intereses de las redes del capital global y, y en su historia reciente destaca la cancelación de la construcción de un complejo inmobiliario multinacional, que incluía un campo de golf y oficinas corporativas, teniendo para lo cual que destituir destituyó a sus gobernantes locales. Sobre la base de condiciones identitarias que trascienden el ámbito local, se integrarían dentro de la estructura comunitaria tradicional tanto la población extranjera como la avecindada de otras regiones, conformando un híbrido social que permitiría el desarrollo de dinámicas contestatarias basadas en la identidad, el arraigo y la organización social.
Tepoztlán se rodea de un paisaje extraordinario que atrae a miles de visitantes ,pero se debate ante el impacto de estos en las comunidades, en el cambio de actividades de sus pobladores para coincidir con la demanda de productos y servicios que valoran los turistas atraídos por la historia y el misticismo del lugar. El carnaval representa un atractivo que permite posicionarlo como punto de interés en la región, siempre y cuando no cambie la esencia cultural del ritual por el del evento y que en lugar de que la población local pueda participar y disfrutarlo, esté más preocupada por la venta de alimentos y bebidas a lo largo de los días de la festividad. Como cualquier esfera de la vida social, las celebraciones tienen un trasfondo económico importante, y en el caso del carnaval de Tepoztlán el financiamiento ha tenido distintos orígenes a lo largo del tiempo. En primera instancia depende de la cohesión comunitaria y sentido de reciprocidad existente, en tanto que dicha fiesta representa también una fuente de recursos para el ayuntamiento, por lo que este empezó igualmente a contribuir con recursos, al igual que empresas hoteleras, cerveceras y refresqueras, creando las condiciones para que los rituales se conviertan en eventos de amplia difusión en donde el mayor atractivo es la cultura como espectáculo.
Los carnavales son festividades únicas que nos permiten introducirnos en mundos paralelos a nuestra cotidianeidad, animados por un sentido de liberación tanto para participantes como para espectadores, además de funcionar como generadores de capital social, de la reactivación de vínculos comunitarios y de la recuperación de identidades compartidas. Estos procesos sutiles y extensivos nutren el carácter, identidad y simbolismos de aquella cultura que valoramos, y que esperamos que sólo pueden reproducirse mediante estos eventos y rituales cíclicos que nos pertenecen como comunidad.
Tenemos excelentes referentes sobre la escala, la mesura y la convivialidad en pensadores como Illich, Kohr y Schumacher, quienes instaron siempre a definir y mantener los elementos justos para tener una vida significativa y plena. Un principio básico es el de la escala, en donde se busca evitar un impacto excesivo de la economía basada en la sobreexplotación de los recursos en la vida de las poblaciones, afectando de manera irreversible tanto el entorno como la cultura. Ese sea probablemente el caso del carnaval de Tepoztlán, reconocido como un evento cultural importante además de ser uno de los más tradicionales de la región junto con el Tlayacapan.
Después de dos años sin un carnaval presencial por causa de la pandemia, este año Tepoztlán recuperó dicha tradición teniendo amplia difusión en los medios de comunicación. Sin embargo, al día siguiente del inicio, las comparsas unidas de Tepoztlán decidieron suspender su participación en el carnaval debido a la falta de seguridad y desorganización que pusieron en peligro a los habitantes y visitantes. Entre los problemas evidentes de dicha situación reaparece la escala, en donde un pueblo de 55 mil habitantes recibe entre 10 y 15 visitantes en el fin de semana, saturando en todos sentidos la capacidad de los servicios disponibles. Si a esto agregamos el excesivo consumo de alcohol en la vía pública, estaremos creando el caldo de cultivo para los conflictos y la violencia ocurridos recientemente. Al igual que lugares turísticos que han sido víctimas de su propio éxito, Tepoztlán se encuentra ante una encrucijada, en donde habrá de decidirse si las festividades se mantienen como espacios que sobrepasan los controles mínimos o –como apunta Kohr–, se establecen límites, escalas y acuerdos básicos para el buen vivir.
Palabras clave: Neoliberalismo, turistificación, gentrificación, patrimonio, cultura. Resumen: El Programa Barrios Mágicos de México, lanzado por la Secretaría de Turismo Federal en septiembre de 2022, se considera como una extensión del Programa Pueblos Mágicos creado en 2001, en un contexto de despliegue del neoliberalismo hacia otras esferas y espacios de la vida social, como son las distintas manifestaciones del patrimonio biocultural mexicano. El fundamento ideológico que utilizan las autoridades y promotores del sector privado para implementar estos programas, refiere a un discurso desarrollista y a la supuesta necesidad de aprovechar la “vocación turística” del territorio, lo que implicaría la ampliación de la oferta de destinos turísticos del país, el aprovechamiento de nuevos recursos, así como la creación de empleos. En última instancia, estos programas se promueven como “vías alternativas” y supuestamente necesarias para alcanzar el desarrollo económico y social.
Sin embargo, las distintas localidades y poblados que han accedido a la declaratoria de Pueblo Mágico, han sufrido un conjunto de transformaciones socioespaciales que son completamente contrarias a los supuestos beneficios que conlleva el programa. Está ampliamente documentado, como varios de estos espacios si bien han logrado un importante crecimiento económico, éste no se traduce en una mejor redistribución de la riqueza generada. Por el contrario, el auge turístico ha propiciado en muchos casos la expulsión de población local hacia la periferia u otros lugares, debido a la presión que la actividad turística ejerce sobre el mercado de suelo, situaciones en donde se observan no solo incremento en el valor del suelo, sino su acaparamiento y consecuente especulación.
Además de ello, otras problemáticas que se desencadenan con estas declaratorias, tienen que ver con la transformación de elementos de la vida social y cultural, en mercancías que son movilizadas hacia el mercado turístico, para así satisfacer la supuesta “aura mágica” que buscan encontrar los visitantes y turistas, la mayoría de ellos residentes de las grandes ciudades que buscan una imagen idealizada del mundo rural. En consecuencia, se pueden observar asimismo, conflictos intracomunitarios derivados de estas situaciones.
Ahora bien, en el caso del Programa Barrios Mágicos, se observa una reducción y redirección de escala espacial del nombramiento, ya que el objetivo de este programa, es trasladar estos mecanismos que se implementaron en poblados completos (espacios rurales), hacia barrios urbanos que muestren un supuesto valor aurático sustentado en riqueza arquitectónica, cultural, gastronómica o de otro tipo.
El caso que se busca analizar con esta presentación, es la del nombramiento de Jalatlaco, en el centro histórico de Oaxaca, como “barrio mágico” en marzo de 2023. Este barrio, es uno de los más representativos y visitados dentro del polígono del centro histórico de esta ciudad, por lo que incluso se podría señalar que el nombramiento no era necesario para “visibilizar” a este espacio, en tanto que ya es un destino consolidado. Asimismo, cabe destacar que el conjunto del centro histórico de Oaxaca vive tres procesos preocupantes: 1) despoblamiento, ya que de 2010 a 2020, este espacio tuvo un pérdida de habitantes del 13.5%, pasando de 11,030 a 9,544 residentes; 2) turistificación, donde para el mismo periodo, se han perdido el 17% de comercios “tradicionales”, los cuales dan paso a nuevo tipo de giros mercantiles asociados al turismo; y 3) un proceso de gentrificación, sobre todo en barrios pericentrales como Jalatlaco y Xochimilco, donde llega población residente (nacional o extranjera) de mayores recursos económicos, la cual desplaza a la población local que no puede hacer frente a los incrementos abruptos y excesivos en los precios de la renta y bienes de consumo.
Finalmente, podría señalarse que la declaratoria que se concedió a este barrio oaxaqueño, no hará más que intensificar la tendencia hacia la turistificación y gentrificación del centro histórico y otras zonas de la ciudad de Oaxaca. En última instancia, habría que remarcar que la lógica que fundamenta al programa, es de tipo neoliberal, aun cuando la realicen gobiernos que se autodenominan progresistas y de izquierda. El gran riesgo que se corre con la aplicación de estas “políticas de pantomima”, que es como las denominamos, es que estos barrios y espacios puedan perder el sustrato social que posibilita la reproducción de la cultura, y se conviertan en meros espacios escenográficos.
Palabras clave: Turistificación, despojo, gentrificación, movimientos ambientalistas, territorio. Resumen: Esta ponencia conjunta entre lxs coordinadores teje una red de investigación y análisis alrededor de los temas convocados en la mesa, enfocándose en diversos casos de la ciudad turística, colonial e indígena de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.
Primero situamos la discusión con un breve análisis de la turistificación y algunos de sus impactos sobre las zonas históricamente céntricas de la ciudad. Durante el siglo XX las condiciones se dieron para que una élite politico-económica de la región pudiera impulsar e implementar estrategias de turistificación en San Cristóbal a través de la gestión de distintivos patrimoniales, la ejecución de proyectos de infraestructura y la incorporación a programas como el de los Pueblos Mágicos. Nos enfocamos en el vínculo entre la turistificación y la formalización del mercado inmobiliario, ambas siendo mecanismos de mercantilización de la cultura y del espacio urbano que sufrieron reconfiguraciones y una notable aceleración a partir del levantamiento Zapatista en 1994, hasta desenvolverse en una serie de procesos de gentrificación que se viven ahora en el centro de la ciudad. Éstos incluyen un incremento en el valor del suelo y las rentas, el aburguesamiento comercial, extensos cambios en el uso del suelo y la reacomodación de diferentes grupos de la población.
Un análisis visual del paisaje urbano que compara fotografías actuales con imágenes históricas de Google Street View, en el centro histórico y el barrio tradicional adyacente de El Cerrillo, demuestra el poder de la brecha de la renta (Smith, 2005) en estos espacios urbanos que se reorganizan bajo lógicas definidas por el turismo cultural, la patrimonialización y la creciente especulación inmobiliaria. Se revela en particular el impulso hacia la puesta en turismo de espacios previamente residenciales o dirigidos hacia la población local. Estos procesos se han cruzado con otras dinámicas vivas a nivel barrial, llevando a diferentes formas de desplazamiento y despojo simbólico, particularmente al generar cambios importantes en las condiciones para la reproducción de la identidad tradicional en los barrios tradicionales y céntricos de la ciudad.
Saliendo de la zona históricamente céntrica de la ciudad, surgen otros procesos críticos que muestran diferentes caras de la turistificación y las resistencias ciudadanas ante ella. Uno de estos procesos que se presentará en la mesa gira en torno a un proyecto de parque lineal dentro de la ciudad. Este proyecto fue una iniciativa de restauración y movilidad urbana abanderada por la asociación ambientalista Pronatura-Chiapas, que consistía en la creación de espacios públicos verdes dentro del área natural protegida del Humedal La Kisst (Ortega, 2014). A pesar de ser una iniciativa con amplios beneficios ambientales, el proyecto causó inconformidad, sobre todo con los miembros de las redes de consejos vecinales ambientalistas congregadas en la Coordinadora de Colonias del Sur, quienes rechazaron inmediatamente el proyecto al considerar que los despojarían de un territorio del cual ya se habían apropiado y al que años atrás habían declarado como “lugar sagrado”. El antagonismo de visiones entre ambientalistas y la utilización discursiva de los espacios denominados “lugares sagrados” como elemento legitimador del control territorial, constituyeron parte de las singularidades y complejidades de este caso. Por otro lado, el antagonismo entre los ambientalistas locales mostraba claramente la diferencia de intereses de clase que probablemente afectan muchos de los proyectos ambientales/territoriales a nivel nacional. Además, la propuesta del Parque Lineal mostró que no basta que los proyectos de corte ambiental solo cumplieran con el objetivo ambiental, sino que es necesario contemplar aspectos económicos, políticos y sociales para el éxito de una propuesta. En el Parque Lineal también estuvo en juego definir qué era la gestión ciudadana y qué era espacio público ya que los actores no coincidían en el significado de los términos. Por todas estas características el conflicto que suscitó la propuesta hizo de ésta un caso singular que revela las complejidades en la gestión territorial y de recursos naturales en la urbe en donde no necesariamente están implicados los grandes capitales, los megaproyectos, ni las multinacionales extractivistas, sino son los propios actores locales que van marcando la historia y delimitando la gestión del territorio y el espacio.
Otro caso surge a partir de uno de los proyectos infraestructurales más grandes para Chiapas durante el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012): la construcción de la autopista San Cristóbal-Palenque. Esta iniciativa formaba parte del megaproyecto turístico llamado Centro Integralmente Planeado San Cristóbal-Palenque (CIPP), que daba continuidad a la super-carretera Tuxtla Gutiérrez-San Cristóbal de Las Casas, con el cual pretendía fortalecer el turismo en los dos destinos turísticos de Chiapas. A pesar de los beneficios que se supone traería a las comunidades y municipios indígenas a su paso, este proyecto fue impugnado por varias de ellas que a partir de ahí conformaron el Movimiento por la Defensa de la Vida y el Territorio (MODEVITE).
Una de las comunidades que rechazó e impugnó la construcción de la super-carretera (autopista) San Cristóbal-Palenque fue el Ejido La Candelaria, una comunidad maya Tsotsil de Chamula que pertence al municipio de San Cristóbal de Las Casas. En este ejido se encuentra una laguna-humedal llamada “Suyul”, un lugar sagrado para los pueblos originarios de la región. La laguna y una leyenda del lugar se convirtieron en los ícono para defender el territorio y la oposición al megaproyecto alegando daños al medio ambiente y a los modos de vida de los habitantes de la zona. Desde entonces, el Ejido se involucró en un proyecto autonomista junto con otras comunidades. Un efecto colateral de esta dinámica ha sido, recientemente, la solicitud al Estado el ejercicio y administración de su propio presupuesto público, esto como expresión de su libre determinación. Este caso representa una expresión política con reivindicaciones ambientalistas frente a las amenazas que representa los megaproyectos planeados para la región. La resignificación de prácticas comunitarias, la re-valoración de lo sagrado, la sustentabilidad, entre otros, se han convertido en recursos, discursos y prácticas para impulsar proyectos autonomistas para la defensa de la vida y el territorio en la ciudad y región.
Palabras clave: hortaliceras mapuche, derecho a la ciudad, geografía feminista interseccional. Resumen: Este trabajo tiene como objetivo analizar el derecho a la ciudad de las mujeres hortaliceras mapuche a raíz del conflicto que ha surgido luego de la implementación de la ordenanza y decreto municipal desarrollado por el gobierno local en Temuco, las que impiden a las mujeres mapuche, conocidas como hortaliceras, caseras o ñañas, vender sus productos en el centro de la ciudad y las cataloga como comerciantes ilegales. A través de un enfoque cualitativo y una metodología etnográfica, se ha llevado a cabo una investigación con seis familias mapuche, utilizando la geografía feminista interseccional como marco teórico.
A pesar de las características diversas del territorio y la declaración de principios del municipio, la investigación ha revelado que las políticas públicas no incluyen un enfoque territorial integral que tenga en cuenta la perspectiva de género, la interseccionalidad y la interculturalidad. Esto significa que se desconoce la conformación del territorio-ciudad, la territorialidad de las personas y las actividades que se realizan en ella, excluyendo de esta manera a las mujeres mapuche y sus familias, quienes se movilizan diariamente hacia el centro de la ciudad desde sectores rurales, en algunos casos pertenecientes a otras comunas, para vender productos como verduras, frutas, flores, semillas, tortillas, ensaladas, entre otras. Estas mujeres realizan una práctica que se entiende como patrimonio cultural de la región de La Araucanía, pero que oficialmente no es reconocida como tal, y para lo cual quiere contribuir esta investigación.
El conflicto desarrollado ha trascendido del ámbito local a través de diversos medios de comunicación, ya que las mujeres mapuche han sido víctimas de diferentes episodios de violencia por parte de Carabineros, mandatados por la Municipalidad. La violencia que se ha experimentado es de tipo física, como psicológica y simbólica, y aún se desconocen sus efectos en las familias mapuche. Los antecedentes anteriores hacen cuestionar el derecho a la ciudad de las mujeres mapuche y problematizar su conceptualización desde un contexto territorial situado en el sur del mundo. Resulta importante destacar que el conflicto ha generado nuevas prácticas de organización para resistir al despojo, bajo la convicción de que existe una discriminación racial, ya que se les está impidiendo practicar una actividad que forma parte de su identidad cultural, resguardada por el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo ratificado por Chile.
Se sugiere que, para abordar esta problemática, es necesario que se adopten medidas que consideren la perspectiva de género, interseccional e intercultural en las políticas públicas, lo que implica reconocer la diversidad cultural de la ciudad y promover prácticas que respeten y valoren las diferentes formas de vida y trabajo. En el caso específico de las hortaliceras mapuche, se requiere una política que reconozca y proteja su trabajo y práctica como patrimonio cultural, permitiendo su ejercicio libre y promoviendo su inclusión en el mercado local. Además, es fundamental que se establezcan mecanismos de diálogo y participación que involucren a las mujeres mapuche y a sus familias en la toma de decisiones respecto a las políticas públicas que les proliferen. La inclusión y la participación son fundamentales para lograr una sociedad más justa e igualitaria, donde se respeten los derechos de todas las personas, independientemente de su origen cultural o género. Pues a pesar del cambio de gobernación y las disculpas públicas hacia las hortaliceras, el nuevo paseo peatonal de la ciudad de Temuco, en el que se les hicieron puestos para la venta de sus productos, fueron desarrollados sin su participación y aprobación, generando una nueva serie de repercusiones y problemáticas entre ellas como grupalidad y el municipio.
En conclusión, este trabajo muestra la importancia de adoptar un enfoque territorial integral en las políticas públicas, que tenga en cuenta la perspectiva de género, interseccional e intercultural. Las políticas públicas deben reconocer y valorar la diversidad cultural de la ciudad, promoviendo prácticas inclusivas y respetuosas con las diferentes formas de vida y trabajo, logrando de manera práctica el derecho a la ciudad. En el caso específico de las hortaliceras mapuche, es necesario proteger su patrimonio cultural y promover su inclusión en el mercado local, respetando sus derechos ancestrales.