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La geografía es una disciplina que ha legitimado el especismo y la explotación animal a través de las fórmulas en las que se ha basado la geografía económica. El especismo como sistema de opresión tiene un vínculo directo con la producción espacial y el antropocentrismo. La premisa principal desde donde se intenta sustentar esta lógica que explota a los animales, es la falacia que apela a la riqueza, algo es correcto si deja derrama económica. Recientemente, con la incorporación de la geografía crítica de los estudios animales, se pueden visibilizar fenómenos que atienden a ambos procesos, por un lado, se trabaja sobre la crítica a la legitimación de la explotación animal. Por otro lado, el entendimiento de la producción de espacios destinados al comercio, a través de prácticas económicas especistas que se hace evidente al integrar las nociones de poder que caracteriza a los dispositivos, y su articulación entre el discurso, el espacio y lo institucional. En ambas ramas, tanto en la crítica económica como en los espacios animales, pueden evidenciarse fenómenos espaciales donde el discurso nos lleva a la cosificación, mercantilización, abuso y explotación animal, como es el caso reciente de las granjas de pulpos en el sureste mexicano. Si bien, la incorporación de la geografía de los animales y su conjunción en los campos de bioética va en una tendencia creciente, es de resaltar que no todas las éticas que abogan por los animales vertebrados, abogan de igual manera por los animales invertebrados. Es de notar que los pulpos o cefalópodos son uno de los animales invertebrados que más han estado en el ojo mediático, puesto que desde las neurociencias se ha descubierto que los cefalópodos son mucho más inteligentes de lo que pensábamos. Otra característica importante es el nivel de conciencia que estos invertebrados poseen, en el año 2012 en la Declaración de Conciencia de Cambridge se sugiere que poseen estados mentales tan complejos como los animales vertebrados por lo que se debe poner particular atención en su protección y consideración moral. Esta información nos lleva a las siguientes preguntas, ¿Bajo qué criterios se estableció que la humanidad necesita producir pulpos para alimentarse? ¿Qué factores están permitiendo la producción de espacios que legitiman la violencia hacia seres sintientes, dotados de consciencia? Con base en lo anterior, esta investigación tiene por objetivo realizar un análisis bioético de la producción del espacio en las granjas de pulpos en la península de Yucatán en México, todo ello desde una postura antiespecista. Este trabajo se elaboró desde una metodología cualitativa, analizando la producción del espacio a partir de fuentes documentales académicas, digitales y sociales existentes sobre las granjas, y las cooperativas que recientemente han cobrado presencia y son destinadas para la producción y explotación de los pulpos en la península de Yucatán, México. Como resultados se presenta el análisis espacial desde la bioética abordando cuáles son las consideraciones y acciones sobre el bienestar animal que se han llevado a cabo en las granjas de pulpos, también se tomó en cuenta la opinión pública, la influencia política internacional, específicamente la española; además de la construcción arquitectónica de las granjas y la espacialidad de los procesos sociales que ocurren en ellas. Palabras clave Granjas, Cefalópodos, Bioética, Geografía de los animales, Antiespecismo.
Palabras clave: Posthumanismo, vulnerabilidad, desastres, animales no humanos, incendios. Resumen: Es posible afirmar que todos los países son susceptibles a infinidad de eventos que pueden desencadenar un desastre y, generalmente, la población de más bajos recursos es la más vulnerable ante un evento perturbador (Preciado, Estrella, Tirado, Preciado, Michel, Arciniega, García, 2017). Sin embargo, la visión que se tiene de estos fenómenos enmarca una situación de desigualdad, no solo hacia las personas con bajos recursos, sino también hacia los animales no humanos. En el ámbito del riesgo, la gestión está centralizada en la prevención de las pérdidas económicas y de vidas humanas, al igual que en las acciones que se toman en el momento del desastre, y además, las medidas de mitigación no priorizan los intereses de los animales no humanos, quienes se encuentran en una categoría más vulnerable ante desastres (Huertas, 2017). La vulnerabilidad ante los desastres es una característica que no solo los humanos presentan. Otras especies animales son, de igual forma, vulnerables como resultado de su contexto vital. Mientras que animales domésticos y de granja están ligados a las condiciones sociales y económicas de sus dueños, según Huertas (2017), otras especies silvestres están sujetas a distintas actividades económicas que se puedan realizar en su entorno. La visibilidad y aceptación de que los animales no humanos son vulnerables ha sido problemático porque las actividades económicas jamás han priorizado las subjetividades de los animales y, de hecho, se basan en la explotación animal. Esta afirmación es congruente con el planteamiento de Hribal (2012), quien menciona que los animales son también parte de la clase trabajadora, pues en la industrialización y el desarrollo del capitalismo han sido un papel activo y han sido utilizados como producto de cambio y acumulación, al igual que su tiempo y fuerza han servido para producir mercancías, transportarlas, construir máquinas o hacerlas funcionar.
En el caso de los planes de mitigación ante desastres, éstos siempre han estado en función de los beneficios humanos y no han tomado en cuenta la adaptación de las especies en nuevos entornos, ni han previsto posibles desastres y, en palabras de Huertas (2017), un ejemplo de esto es que los gobiernos no logran aún documentar las pérdidas animales en detalle por diversas razones. Las pérdidas que causa un desastre se asocian, principalmente, con vidas humanas; se deja de lado a la vida de las otras especies, también vulnerables, y no se cuantifica la magnitud de las pérdidas de animales extraviados, heridos o muertos, porque así se ha construido nuestra moralidad ante los desastres (Preciado et al., 2017). Generalmente, las repercusiones asociadas con los animales se valoran desde una visión antropocéntrica y se les relaciona con las afectaciones que tendrán los humanos, sean o no los dueños de los animales.
Los efectos negativos asociadas a los incendios han ido escalando en las últimas décadas y reflejan una condición de desigualdad interespecie. El APFFLP presenta una tasa de incendios forestales que ha variado entre 0 y 60 incidentes por año en los últimos 15 años (Huerta e Ibarra, 2014).
Entonces, los incendios forestales en La Primera son un riesgo latente que atenta contra los intereses de humanos y de no humanos. Se quiere gestionar el desastre desde una perspectiva más ética y más justa que se preocupe por el bienestar de todos los seres sintientes que habitan en el bosque. Asimismo, es necesario generar espacios de conservación soportados en éticas posthumanistas, que contribuyan a planes de manejo del fuego y de la gestión del riesgo en general.